La vida se compone de surcos, señales o hendiduras que las personas y momentos dejan sobre nuestro ser. Algunas de esas hendiduras no logran cerrarse nunca, unas veces para bien, otras muchas para hacernos recordar el dolor de una pérdida.
Y en un futuro, iremos acumulando surcos, unos fáciles de rellenar y otros cada vez más profundos.